Señala el blog de una universidad española, que cuando se les pregunta a las personas exitosas cómo superaron los retos de la vida, casi sin excepción indican momentos de gran adversidad y desafío como aquellos en los que desarrollaron las relaciones, recopilaron el conocimiento, forjaron el carácter y construyeron la determinación que los conduciría a su eventual éxito. Agrega: los retos de la vida no son impedimentos, son esenciales para ella.
Hago uso de esta reflexión porque el inicio del 2024 impone grandes desafíos, en este caso colectivos. Entre ellos, alejarse de una recesión con el impulso a la actividad de los sectores productivos y fortalecer la confianza para atraer la inversión, lo que redundará en la generación de empleo y bienestar social, a la par que avanzar en la construcción del anhelado acuerdo nacional que permita una agenda concertada de trabajo entre todos los sectores del país.
Los analistas económicos y desde el Consejo Gremial Nacional hemos insistido en tres ejes fundamentales para la reactivación: 1) Ejecución de los grandes proyectos de infraestructura. 2) Un ambicioso plan de vivienda, y 3) Seguridad para las regiones y los negocios. Igualmente, hemos alertado sobre los riesgos que el proyecto de reforma laboral genera para la reactivación económica, la formalización laboral y la generación de empleo. Según el Banco de la República, se perderían 450.000 puestos de trabajo.
Se requiere, entonces, revisar sus implicaciones, sobre todo porque pese a las cifras positivas entregadas por el Dane de disminución de la informalidad laboral en el trimestre septiembre – noviembre, que pasó del 58% al 55,5%, algunos cálculos señalan que de los 23 millones de ocupados que existen en el país el número de informales es de más de 12 millones, que no cuentan con cotización a salud y pensión y con adecuada remuneración. Además de lo anterior, la informalidad empresarial fomenta la economía subterránea, la evasión de impuestos y la pobreza.
Disminuirla pasa por tener claridad sobre el rol preponderante de las empresas de todos los tamaños en generar oportunidades y, en ese entendido, que las políticas públicas impulsen el crecimiento empresarial a la par de fortalecer rutas de formalización empresarial dirigidas a aquellas unidades con oportunidad de consolidarse y crecer.
Una noticia positiva es que las Cámaras de Comercio han hecho del desarrollo del tejido empresarial y sus entornos en cada región su principal objetivo. Han ampliado sus zonas de influencia para llegar a las regiones más apartadas y han profundizado el apoyo a los micros y pequeños empresarios no solo para que sean formales sino para que crezcan. También, impulsan con los gobiernos nacional, regionales y locales, programas para fortalecer la actividad productiva. Un ejemplo son las acciones por la denominada economía popular en acceso al crédito, capacidades comerciales, organizacionales y digitales.
Sin duda, en estos retos esenciales la determinación, la estructuración de planes de fondo, los incentivos y la confianza son las acciones en las cuales hay que continuar trabajando para impulsar el crecimiento del país.