Las redes sociales siguen estando en el centro de la polémica mundial. La crisis que enfrenta Facebook no es gratuita, ya se advertía el cóctel explosivo que generaba que a través de este ‘Gran Hermano’ terceros pudiesen influir en la información o la conciencia de millones de personas. Hoy, debe responder por las consecuencias ocasionadas por una empresa externa que manipuló los datos de 50 millones de usuarios en EE. UU., con fines políticos.

Este affaire le ha costado a Facebook la pérdida de valor en bolsa por US$60.000 millones, la condena de líderes políticos de Europa y Norteamérica y la posibilidad de una sanción millonaria por la Comisión Federal de Comercio de EE. UU. La tormenta perfecta para una red social que muchos usan como si fuese un ‘juego de niños’, pero cuyas posibilidades de ‘manipular la democracia’, como lo afirmó Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo, son imprevisibles.

Hago esta reflexión no solo por los riesgos, aún desconocidos, a los que hoy se ven enfrentados lo usuarios de redes sociales, cuya imperfección demanda cautela, dado que todavía no se han terminado de inventar, como se dice coloquialmente, sino por los riesgos latentes que enfrentan las democracias en el mundo, expuestas a las manipulaciones, burdas o sofisticadas, de minorías organizadas. Es necesario prender las alertas al respecto en Colombia, y no solo por los intentos de manipulación, muchas veces descarados, que ya sufrimos por las publicaciones que se hacen en las diferentes redes sociales, sino porque no se puede perder de vista lo fundamental que es defender la democracia, entendida en sus valores profundos de pluralismo y tolerancia, y sobre todo de respeto por los derechos de los ciudadanos al momento de acudir a las urnas.

No se trata de un embeleco, sino de propiciar mandatos inequívocos que generen institucionalidad, atracción de inversión y bienestar colectivo, a través de darle adecuado significado al voto útil. El mejor antídoto es que en las próximas elecciones presidenciales se genere una alta votación, a conciencia y con tranquilidad por parte de los ciudadanos. Un voto informado, no revanchista, no temeroso, no empujado a orillas excluyentes. Se trata de pensar que somos 50 millones de personas a las que nos corresponde vivir en este privilegiado rincón de la tierra, y que la convivencia es la mejor manera de hacerlo.

Después del pronunciamiento de los colombianos en las elecciones parlamentarias, adquiere mayor importancia acompañar el proceso de comicios presidenciales con la institucionalidad que amerita, trabajar para salirnos de tendencias que nos dividan y generar soluciones para problemáticas apremiantes como la inequidad y la pobreza, a la par promoviendo acciones para generar mayor productividad en la economía y fomentar el empresarismo, fuente de ingresos y empleo para la gente.

En fin, trabajar en grande por el país, en donde claramente la responsabilidad es de cada uno de sus habitantes. Por ello es fundamental fortalecer la democracia, que es la única manera como podemos sumar, no dividir.