Colombia está cerca de una transformación inédita en su historia reciente. Por primera vez, el país avanza en contraciclo del mundo, donde la amenaza del terrorismo y tendencias aislacionistas quieren dominar la agenda de muchas naciones.

No cabe duda de que la confianza y el crecimiento mundial pasan por momentos difíciles. La vieja Europa, afectada por el ‘Brexit’, no levanta cabeza. Se suma que Asia, por cuenta de la desaceleración de China, mengua su crecimiento. Por su parte, Estados Unidos crece, pero no en los niveles deseables. Y nuestra América Latina se estanca.

En esta coyuntura, Colombia crece con gran esfuerzo, producto del choque externo que han sufrido las materias primas como el petróleo. Pero, también por una causa estructural, y es que hemos vivido en ciclos cortos porque la violencia genera la desconfianza de un futuro incierto. La paz será la posibilidad de pensar con grandeza y proyectarnos, quizás, para los próximos 100 años, porque el bien superior de la reconciliación es la oportunidad para consolidar el concepto de nación, una donde cabemos todos y se prolonga nuestra historia.

Las grandes transformaciones que nos esperan no serán fáciles, y así tiene que entenderse, todos somos y seremos protagonistas en la construcción de esta nueva sociedad. Hay que entender que este es un proceso único y extraordinario. Las normas jurídicas son fundamentales, también la mente abierta a soluciones superiores. Así lo enseña la experiencia de otros conflictos.

Un país que se transforma a través de la reconciliación demanda coraje en cada colombiano para proyectar, en un futuro desconocido, un pasado doloroso que ha sido triste y traumático por cuenta de la violencia.

Pero no hay que olvidar que la paz no es el único reto urgente. Es fundamental una reforma tributaria para la competitividad, que sea estructural e integral. Que amplíe la base para que no graviten los impuestos sobre los mismos, que fortalezca a la Dian y combata la informalidad, que bien amerita una gran cruzada nacional, como lo hemos venido demandando. Basta mencionar la triste realidad de que dos tercios de los asentamientos urbanos son informales, y que alrededor de la mitad de los trabajadores colombianos está en la informalidad. Otros retos son el desarrollo del capital humano, la eficiencia productiva y fortalecer la justicia.

Llevar a buen puerto estos desafíos marcará una senda para acelerar nuestro crecimiento, de la mano de la rica variedad productiva de nuestro país y el liderazgo de los empresarios en sus regiones, que avanzan con las cámaras de comercio cooperando y compitiendo a través de la estrategia clúster, con base en las fortalezas de cada zona del territorio para generar empleo e inversión. Por eso, el papel del empresariado en el posconflicto será fundamental para generar oportunidades y desarrollo.

Colombia ha logrado mantener la estabilidad macroeconómica aun en medio del conflicto. El posconflicto, no cabe duda, será la oportunidad de imaginar un país que crece más, con mayor inversión, más seguro, con la confianza interna y externa para trabajar colectivamente y delinear nuestro futuro.

Se avecinan momentos trascendentales que nos permitirán refrendar el apoyo a ese nuevo país que queremos, y por el cual venimos trabajando día a día en todos los rincones de Colombia. Superar años de conflicto es la gran oportunidad histórica que esta generación de colombianos tiene, y así debe ser asumida.

Julián Domínguez Rivera
Presidente de Confecámas