Son trascendentales los retos que afronta Colombia en la actual coyuntura, que demandan voluntad, esfuerzos y unión colectiva para superarlos, a partir de construir visiones conjuntas. Una de las acciones clave para lograrlo se llama asociatividad, palabra poderosa tanto en las grandes metas de país, como a pequeña escala, en proyectos que se lideran en las regiones para fortalecer su productividad, competitividad y sostenibilidad, incentivando su desarrollo.

Para establecer cómo la asociatividad está impulsando proyectos productivos en varias zonas del país en un sector que es base del desarrollo y generar insumos para la política pública, Confecámaras realizó el estudio Asociatividad: Mecanismo para la transformación productiva del sector agrícola colombiano. Para desarrollarlo, se aplicaron, en conjunto con la Cámara de Comercio de Duitama, entrevistas a un grupo de líderes de organizaciones asociativas agropecuarias del clúster ovino-caprino de Boyacá.

Posteriormente, se realizó a través de las Cámaras de Comercio una encuesta en el marco de un convenio de cooperación con el Minagricultura, a 415 organizaciones ubicadas en 30 departamentos, integradas por 26.971 productores.

Encontramos que la asociatividad constituye un mecanismo efectivo de organización de los productores rurales, quienes se organizan de manera voluntaria, bajo fundamentos de solidaridad y colaboración, para el logro de objetivos comunes de mejoramiento productivo y social.

Su importancia se evidencia en el Registro Único Empresarial y Social, RUES, de las Cámaras de Comercio, que revela un crecimiento del 99,6% en el número de organizaciones asociativas dedicadas a actividades agropecuarias, pasando de 3.022 en 2015 a 6.033 en el 2021.

El 36,6% de estas organizaciones están integradas por familiares o vecinos, lo que da cuenta de la prioridad de las relaciones de confianza preexistentes a la hora de tomar la decisión de asociarse.

Para Jorge Malagón, la Asociación de Productores Agropecuarios San Fernando, del Líbano, Tolima, nació tras la reunión de 14 campesinos: “Analizamos cómo podíamos producir cafés especiales con miras a exportar”.

Sin duda, es posible hacer más eficiente el desarrollo de programas de fortalecimiento en las regiones a partir de las necesidades y expectativas ya identificadas por las asociaciones y beneficiar a un mayor número de personas.

Es claro también que se requieren mayores esfuerzos de articulación público-privada, enfocados en la apertura de mercados y el mejoramiento de las condiciones para la comercialización de sus productos, a través de acompañamiento especializado para el cumplimiento de requisitos en materia de calidad, trámites y logística especializada.

En conclusión, los resultados de este estudio son una muestra al canto de que gracias a la asociatividad es posible hacer más eficiente el desarrollo de programas de fortalecimiento, liderazgo, resolución de conflictos y trabajo en equipo, tecnificación de la producción y habilidades digitales y financieras, como competencias que favorecen la gestión productiva de la región colombiana.

Julián Domínguez Rivera
Presidente de Confecámaras