¿Y si el verdadero salto de competitividad de Colombia no dependiera únicamente de tener la mejor tecnología, sino de aplicarla con inteligencia a lo que somos y hacemos desde cada rincón del país? Pensar global y actuar local es una visión que ancla lo universal con lo propio, inspira también mi manera de entender el papel de la inteligencia artificial en el desarrollo del país.
La IA no transforma por sí sola. Requiere de seres humanos capaces de pensar globalmente y actuar desde el conocimiento profundo del territorio. Herramientas como esta pueden detectar patrones, proyectar escenarios, automatizar procesos, pero sigue siendo el criterio humano el que define el propósito y la sensibilidad social la que garantiza su impacto.
Acabamos de acompañar un proceso que confirma esta mirada. En apenas 13 semanas, 77 funcionarios de 36 Cámaras de Comercio del país formularon 45 proyectos estratégicos con el apoyo de la IA. No fue un ejercicio teórico, sino un asunto vivencial. En ellos encontramos apuestas por la internacionalización, la economía circular, el turismo sostenible, el desarrollo rural y agroindustrial. Más del 50% ya tiene una fuente de financiación viable y el 24% supera los $1.000 millones en inversión estimada. Son resultados concretos, producto de la escucha activa a los empresarios y del conocimiento de los territorios.
Capacitarse en formular proyectos de alto impacto es un asunto que está en la médula del mundo de la esperanza, de la ilusión y de lograr trascender nuestras propias acciones.
Como país, tenemos futuro si lo construimos desde las regiones, con inteligencia artificial, sí, pero también con la otra: la humana, la ética, la que nace del compromiso con la gente. Vale la pena destacar que Colombia ya cuenta con una política nacional para orientar esta transformación: el CONPES 4144 de Inteligencia Artificial, que traza los principios de ética, gobernanza, talento e infraestructura.
Como lo he mencionado en otras ocasiones, las políticas públicas necesitan manos que las aterricen, instituciones que las adapten y corazones que crean en ellas. De eso tratan estos proyectos. De cómo se plantea una hoja de ruta y se hace realidad para generar valor local. Habla muy bien de Colombia que, en medio de las incertidumbres mundiales y locales, existan personas diseñando soluciones para mejorar el agro, conectar Pymes a cadenas globales o potenciar servicios turísticos.
Lo que está en juego no es solo cómo usamos la inteligencia artificial, sino con qué sentido y desde qué lugar la aplicamos. En nuestro país, ese lugar importa: cuando el conocimiento guía la acción, la tecnología deja de ser promesa y se convierte en progreso. Este no es el cierre de un capítulo. Es la apertura de una nueva esperanza, una manera distinta de actuar, de construir futuro, de inspirar a los colombianos desde las regiones.